Belisario pidiendo limosna es un cuadro del pintor neoclásico francés Jacques-Louis David. Cuando el pintor regresó de Italia expuso esta obra en el Salón de 1781. Se trata de un óleo sobre lienzo de gran formato (312 × 288 cm) que se inscribe dentro de la pintura de historia, un género revitalizado tras la muerte de Luis XIV.
La obra nos muestra a Belisario, héroe del Imperio bizantino, al comandante en jefe que, bajo las órdenes de Justiniano I, derrotó a los vándalos en África del Norte. Posteriormente, el emperador lo hizo cegar. El Belisario de David nos muestra a un héroe caído, viejo y ciego, mendigando en la calle en compañía de un joven niño mientras que uno de sus antiguos soldados, con gran asombro, reconoce al viejo. Este tema ya fue utilizado por Pierre Peyron. Solamente unos personajes están presentes, la escena queda poco sometida al efecto dramático de su historia. Y es por ello que la obra tendría un gran éxito.
El tema de la piedad es omnipresente en la obra, toca a los tres personajes considerados más «débiles»: la mujer, el niño y el viejo que encarna la imagen de Pietà. Las manos de los tres personajes, tendidas horizontalmente conducen a esta idea de debilidad, de necesidad de ayuda y caridad. Mientras que el soldado, en segundo plano, tiene las manos levantadas verticalmente, lo que señala su asombro. Las tres edades representadas difunden una idea de la gloria humana y del naufragio de la vejez.
El decorado es muy «anticuario», por la arquitectura sobria, austera y abrumadora que levanta detrás del belvedere la dureza de la condición de este último, muestra una voluntad por parte del artista de asociar con el estilo griego sus temas heroicos para trasladarlo en la época del artista. En efecto, es por temas de virtudes cogidos de la antigüedad que el «verdadero estilo», más tarde llamado «neoclásico», difunde su arte, rechazando así las frivolidades de la corte real de Luis XVI. Sin embargo, en la misma composición de la obra de David, el fondo del cuadro, que yuxtapone varios planes a rococó, no clasifica completamente esta obra del lado del neoclasicismo. Este lado neoclásico se reencuentra sobre todo en las ideas que transmite: el revolucionario ofrece una meditación sobre el heroísmo moral en la adversidad.
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